comportan una peculiaridad, o una dificultad, que
cualquiera ya habrá tenido en consideración aunque nadie lo va a manifestar,
inhibido el común de los mortales por esa censura pura y dura que significa la
melindrosa y afeminada* “corrección política”.
Va ser dificilísimo contar a los manifestantes porque,
tan parecidos entre sí, cualquier lectura (que todas van a ser interesadas)
tendrá un inevitable barniz, aroma, carácter de “pucherazo”.
Y será, cómo no, un trabajo de chinos.
*(Afeminada
nunca fue igual que femenina;
repárese en ello antes de empezar a gritar. Y, de todas maneras, creo que los
recientes retoques de la cautelosísima Real Academia ya andan extremando sus
desvelos para contentar a los más paranoicos.)
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