respetuosas
para intentar sobrevivir, un año más, al calor y a los deprimentes efectos del
verano masificador:
Lectura.
O relectura, por ejemplo, de “La cruz de San Andrés”, que salpica con sobrias y
dosificadas notas de humor una crónica o relato, una descripción en círculos de
una sabrosísima galería de personajes, referencias geográficas o urbanas, sucesos
y anécdotas singulares que la realidad y la fantasía debieron acercar al estro
magistral de CJC, a sus ocasionales y deliberados surrealismos, a su (perdón
por el tópico) Galicia eterna, mágica y que tanto queremos.
-Pero es que es verdad.
-¿Le parece?
Música.
Varios estilos pueden, deben servirnos. Desde Mia Martini, aquella “donna sola”
que pocos recordarán porque pasó bastante desapercibida entre y contra las relapsas
horteradas estivales de la Carrá y otras…
Hasta
el álbum “Angel Station”, hermosos y redondos temas (con la sola excepción incomprensible
de “Resurrection”) de Manfred Mann’s Earth Band, con líneas insistentes, los
más finos dicen leit motiv, que
enganchan el oído de quien escucha con atención ese repertorio de balleneros
puestos a cocer en remotas y algo tristes melancolías, ese jamón de varias
jotas.
Distancia
prudente, incluso cautelosa, de las concentraciones de la muchedumbre,
sombrilla en ristre y horario remolón, en el que no hay crema protectora que
defienda debidamente.
Corolario
de resignación cristiana. Y húyase con ánimo profiláctico de la televisión.
-¿Dieta?
-Mediterránea/diplomática y
contemporizadora, de exigencias flexibles y rigor relativo: queso de Camembert,
presa ibérica a la plancha, pimientos asados rojos del piquillo -origen Lodosa-
que son sensualísimos, de aquellos que Julio César en las antiguas noches de
Cádiz dijo que eran “como llamas”; y una variedad experimental del “rebujito”,
a base de manzanilla de Sanlúcar de Barrameda (aunque se anda ensayando con
alternativo montilla o moriles) y tónica.
-No te creo.
-Que sí.