Es
la estirpe que incuba agazapada
en
la profundidad de tu mirada.
Los
genes de las largas dinastías;
el
arte, el genio de una idolatría
que
se siente en tu risa, en tus andares,
cuando
trazan su estela
en
el desierto -tórridas arenas-
y
en la mágica espuma de los mares.
No
importa cuántos años
y
qué amargos y fieros desengaños
han
conspirado contra tu estructura.
Permanecen
tu acero,
tu
sello bandolero
y
la verde verdad de tu hermosura.
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