Los más diligentes, los madrugadores, ya están apostados en respetuosa fila, en espera de que les den paso al interior del "parking": 7, 8 automóviles que, sometidos al confinamiento forzoso, padecen la dolorosa frustración de no poder disfrutar de esos precios de chollo relativo a los que han caído los combustibles.
Luego, sus respectivos conductores, afantasmados penitentes, absortos y ensimismados alienígenas enmascarados con adminículos de efectividad y diseño diversos, entrecruzan con cautela, con desconfianza y reparo notorios, el trazado titubeante en ocasiones, desconcertado, otras, de sus correspondientes carritos en el supermercado.
Algunos productos, paradigmáticos en su especial prosaísmo (lejía, rollos del papel ese tan necesario), no siempre están disponibles; aunque, por el momento, suele encontrarse, con la comodidad del vanaglorioso "primer mundo", todo el repertorio del contemporáneo consumo.
Caben varias reflexiones, y aun éstas, de carácter confuso y/o atolondrado: si se prolongase demasiado este colapso medieval, ¿a dónde irían los planes, los caprichos, el tonto orgullo de nuestro dizque progreso, predominantemente materialista, los egoísmos, los antagonismos, los animalismos, la cursilada estéril de cambiar la hora cada semestre, los programitas de la televisión, con su basura chismorreante... el jodido planeta y sus expoliadores que, más o menos, todos somos?
Después del insolente "brexit", ¿vamos a un "exit" completito, camino de la nada? Y si así fuera, ¿será que nos lo estábamos mereciendo?
-- No te veo luminoso.
-- Ya me dirás.
-- De ésta se sale.
-- ¿Seguro?
-- De acuerdo, nadie se esperaba algo así. Pero tira.