martes, 28 de febrero de 2017

Aplicarnos a la ponderación



Pueriles sin disculpa, embobados hasta merecer la medalla de la ingenuidad aldeana, los medios de comunicación (y en una avalancha, una golondrina, caso de haberla, no hace verano) españoles suelen enloquecer reiterando de empachosa y exagerada manera los más irrelevantes pormenores de las elecciones USA cada vez que las hay, y que indirectamente nos afectarán, pero en las cuales apenas nos está reservado un remoto papel de comparsas, dejémonos de vanidades y hojarascas, dejémonos de humo y circo de segunda.

Así que se escuchan los más prolijos y estériles, los más presuntuosos e indocumentados análisis; se emiten ex-cátedra las opiniones y pronósticos más voluntaristas, ignaros y, ya se ha visto, erráticos, mientras los ciudadanos de EE.UU. deciden lo suyo, según criterios  muy ajenos a la que se monta en “este país” (como gustan decir los descoloridos y los truhanes), país que, como otros, fatalmente tiene algo de colonia del imperio, incómoda tanto cuanto por ahora inevitable y cierta condición que qué le vamos a hacer, o qué querés que te diga, che, flaco, argentino modo.

Cuando tenemos sobre nuestro tapete cartas que jugar y en las cuales estamos apostando, y arriesgando, mucho, propio y urgente, parece una impresentable tontería tanta fascinación fácil, barata, acomplejada; tanto ruido, para las poquísimas nueces que, como meros convidados de piedra, nos corresponderían.
No estará mal que de vez en cuando nos apliquemos a la ponderación, poniéndonos a lo más verdaderamente nuestro, y dejando de paso de hacer tanto el indio sin necesidad, con tanta protesta cuando no nos encajan esos resultados que dejan claro el derecho rabiosamente idéntico allí del “señor con camisa a cuadros que saca el tractor”, el rapero del Bronx, bárbaramente cargado de cadenas brillantes, el actorcito petulante adicto a la pancarta, el díscolo “gay”, los tres últimos supuestamente no se sabe qué de qué más que quién, que está el patio muy demasiadamente espesito ya. Y con sus mayorías soberanas, los gringos eligen, trayéndoles naturalmente al pairo nuestro eventual desacuerdo.
Lo cual que a Trump lo podemos poner a caer de un burro en todos nuestros ateneos y “ágoras culturales” pero a su tupé le importa un comino tanta progresía y talante (¿s´acordais?) de gallinero.

lunes, 27 de febrero de 2017

Que no decaiga

"Fences" significa vallas, creo. Pero la cerrazón de los acomplejados es grande y se niegan a traducirnos el título con una admirable contumacia de papanatas.
No obstante, este drama protagonizado y dirigido por Denzel Washington es un aldabonazo importante en su larga, fecunda y magistral carrera, añadiendo nuevos méritos a sus anteriores papeles con éste, en el que se crece al interpretar el carácter de exigente firmeza, independencia y esfuerzo de un personaje muy puesto a prueba, que lucha y ama a su manera, que resiste la adversidad con el tesón de los hombres, antes de que se descafeinaran sus perfiles clásicos.
Al desengañado rencor de la marginación racial hay que sumar la frustración de una vida doméstica en un tiempo difícil, en cuyo desgaste lo acompaña con mejor resignación y no menor heroismo la actriz central, a gran altura en su propio papel.
"Jackie", fría, sosa y no sé qué premios puede que le den, pero que ni siquiera deja en muy buen lugar a la "dolorosa" viuda del presidente.
Aunque quizá no ande tan lejos de una realidad que flotó un tanto en vanidades triviales y relumbrantes aspiraciones cosmopolitas, en las que no terminamos de descubrir de cuánta hondura llegó a tratarse.
Y desde luego, si en aquella cuadrilla cometieron la bobalicona presunción, la chorrada insolente de compararse con la hermosa y legendaria gesta del Rey Arturo, lo peor que pudieron elegir como refuerzo de semejante despropósito fue la estúpida canción del musical "Camelot", que redondea de forma innecesaria e imperecedera todo ese temerario y fantasioso ridículo.    

domingo, 26 de febrero de 2017

Noria de referencias

¿Catorce años? ¿Un kilo de más?
Y la melena de color castaño, densa, larga casi hasta la cintura, como aquella otra.
Pero ¿y esas dos cuchilladas del pantalón a la altura de las rodillas? Y el chaquetón con grueso forro de rizo blanco, cuyas mangas tienes (todavía modosa) la prudente cautela de recoger, para que no te arrastren, ahora que te lo quitas, con un contradictorio gesto de descuido, dejando al aire la ancha y desbocada camiseta, la correíta de cuero a modo de pulsera artesanal que ciñe tu muñeca izquierda...

Y te quedas mirándome, como la Niña Luisa de mi canto, al hombre del banco en aquel parque de Cádiz, como después lo hiciera Rosalía en el Paseo de Rosales, sentada en su velador.
No escarmentamos, ni vosotras, ni estos graves, distantes ojos míos.

Y yo todavía puedo citar la addenda final de Verde veronés: giro en contadas órbitas, etc.
Difícil arrepentirse de los sueños.

sábado, 25 de febrero de 2017

Esas cantidades



Una vez dijeron por la tele que un grupo de científicos publicó datos e investigaciones según los cuales el planeta Venus debió ser como la Tierra ahora es, más o menos. Sólo que hace cuatro mil quinientos millones (4.500.000.000) de años.
A mí siempre me ha resultado admirable el desparpajo con el que especialistas, supuestamente ponderados, hacen tan vertiginosos cálculos, fíjate, Tita, al lado de los cuales, en qué poquita cosa se quedaban los siete u ocho metros de acera que ¿tánto iban a influir en tu/nuestro museo? (Y eso que ahora queda otra vez por resolver el destino de tu Colección.) Ya sé que todo tiene su importancia, y que además tú ya tenías por entonces bastantes disgustos con el sofocón de la boda de Borja, etc. pero estos científicos suelen darme un ejemplo para asumir con modestia la pequeñez de nuestra vida, la insignificancia del tiempo que duramos y la vanidad de nuestras aspiraciones y propósitos.
Más todavía si tenemos en cuenta a los filósofos y pensadores ilustres que sentaron la teoría de que Dios (infinito, eterno y absoluto omnisciente) ve, de antemano y para siempre, todo lo que hemos sido, somos y seremos, y lo que hicimos, hacemos y haremos, situación bastante correosa que deja poco resquicio para el ejercicio de una presunta libertad y una auténtica preocupación por lo que, sin remedio, va de inevitable y predecidido.
No achacaré yo estos pensamientos a la incomodísima lluvia de barro de estos días atrás y que por fortuna parece ir cediendo. Y aun así...

viernes, 24 de febrero de 2017

Conversaciones



En ese espejo de recuerdos nobles
y símbolos que afloran por su casa,
entre libros, amigos y sosiego,
ella su tiempo y reflexiones pasa.

Cuatro o cinco mil años transcurrieron
del cruce último que compartimos;
conque un día, al azar, nos reunimos
a comentar las cosas que ocurrieron.

Vericuetos y trances que he vivido
comprendió con prudencia de adivina.
Comparados con los que de si dijo
(si exagero un pellizco),
lo mío eran naranjas de la China.

Casi sin pausa hablamos esos días
regados con cerveza, con sangría,
con cava, Tanqueray
y casi todo lo demás que hay,
que yo entonces no estaba retirado
de aquella vocación y apostolado.

Guasa zumbona, seriedad y llanto,
críticas constructivas o mordaces;
modesta revisión o, a cal y canto,
catálogos reales o falaces.

Hubo de todo y siempre
con gran tranquilidad y con buen modo.

Por cierto, aseguró que dejaría,
en breve, el vicio de la nicotina:
hace bien, que, me consta, ese veneno
también es discordante golosina.

jueves, 23 de febrero de 2017

Qué disparate



Soy rehén de mi entorno, educación, tiempo, carácter, reparos. O consecuencia de todo eso y puede que más.
Así que me fue costando.
Y aquel día (conmovido por su insistencia, por sus ojos ilusionados, alegres, prestos a una suerte de cariño del que, en su particular órbita, es depositario y emisor), tocado no de un golpe (que debió ir cayendo una mínima pero reiterada gota sobre mi añejo y desencantado ánimo) sino poco a poco, sentí o decidí que, activamente, respondería por primera vez a sus halagos, hasta entonces infructuosos y, en la medida que fuera, me rendiría a su buen rollo.
Debió experimentar su propio estilo de sorpresa, con los ojos emocionados y las orejas recogidas hacia atrás, cuando me sintió abarcar su tórax, un poco sus mofletes, hablarle con sosiego, “tranquilo, tranquilo”, mientras mis manos recibían el tacto suave de su pelo, el latido intenso del pequeño corazón acelerado.
No digo que sea mi medio nieto, qué disparate.
Pero bueno, era Lolo.  

Granada, Mayo de 2013.

miércoles, 22 de febrero de 2017

Un impuesto desalmado

Fomentando seculares y algo anacrónicos resentimientos de casta, con una retórica de enconadas consignas y demagógico desahogo, la hegemonía política del PSOE -- de la PSOE -- en la región andaluza se mantiene a base de repartir la tarta pública de los dineros entre los numerosos beneficiados del negociete que, en cada turno de urnas, no faltaría más, apoyan con fervor de cofrades la grosera continuidad de tales manejos.
Manejos y modo con sello medio bucanero, para los cuales toda recaudación parece insuficiente. Y peor todavía, cuando no es región que mucho destaque por su prosperidad y funcionamiento.
Que la gigantesca equivocación que supone el fraccionamiento"autonómico", de suyo vicioso, haya consentido los lodos de aquellos polvos, y que eso se debe a una "transición" que con harta insistencia e interesado empacho se califica como modélica, contra sus palpables y evidentes fracasos, lo sabemos.
Pero hay demasías y demasías. Y no es la menos hiriente la que esta máquina exprimidora del "socialismo" andalusí perpetra con el impuesto de sucesiones, infame afrenta que subraya las desigualdades entre los ciudadanos de toda España, según dónde anden empadronados.
Es aquí una parte más de la lana que se extrae al esquilar (y esquilmar) a un censo de borregos genuinos, lobos usurpadores de pieles ajenas y sañudos pastores desaprensivos y tunantes.

¿Cuánto va a durar esta feria, este golferío?