Aunque
los lectores de este “blog” numerosos no sean, haberlos haylos que, con maneras
de cortés generosidad, me honran gastando algo de su tiempo en atender estas
líneas que escribo. A ellos he dado ya referencias de cómo el cinematógrafo es
mi espectáculo favorito y de muy mayor y reiterada frecuentación.
Pues
bien, cuando se nos confesó, desde este gobierno tramposo, que no cabía ya más
disimulo y que teníamos la pandemia encima y extendiéndose; y a continuación
fue obligatorio el uso de la “mascarilla”… resolví de inmediato no asistir al
cine porque eso lo volvería insufrible.
Muy
luego, eliminado el odioso adminículo para tal menester, y “slow learner” como sabemos por Knopfler, un resto de reparo, otro
de inercia y otro de pereza me demoraron. Y ayer con gozo expectante he vuelto
por donde solía, 3 años largos después, y claro que exactamente decidido por el
reclamo de la enésima revisión que sobre los mosqueteros de A. Dumas se ha
estrenado poco ha.
Con
ese famoso libro de aventuras se han hecho “films”
de diversa calidad, algunas veces con mirada ingenua, con candorosas
interpretaciones, innecesarios tintes de dudoso gracejo, vestuarios de colorín
y actores de muy variados rango y entidad. El presente supera quizá a todos y
anula a algunos, aunque sÓlo (de solamente) retiene ciertos elementos básicos
de la trama mientras reduce o añade, con inexplicable atrevimiento, otros que
podrían calificarse de espurios y que pueden desconcertar o enfadar a los
versados en el conocido argumento.
Con
todo, la pátina del color en la fotografía, el desgaste natural en la ropa de
los espadachines, con los amplios chambergos emplumados; la suciedad y el
abigarramiento de las ciudades de la época, barro y lluvia incluidos, y por
otra parte el majestuoso y solemne ambiente de los palacios y templos, el
empaque y esplendor de los monarcas, la nobleza y el alto clero, etc. confieren
a esta entrega una convincente y ancha verosimilitud.
Al
atormentado personaje de Athos le imprime serio dramatismo Vincent Cassel,
relevante actor, más y más en alza. Y a Milady, la recrea, insuperable, Eva Green,
“medusa en el friso”, crisol perfecto de la belleza perversa.
Al
final de la proyección un rótulo reza 2024, que insinúa o promete ulterior
desarrollo. Veremos.