Los movimientos calmos de un "ballet",
que a cierta edad en el amor se incluyen,
son señales de que sigue la sed,
de que la vida permanece y fluye.
Y de que el frenesí que tan presente
pudo encrespar la dulce ceremonia
ahora da paso a un gentil continente
y a un ritmo de elegante parsimonia,
no exento de energía,
encauzado por experiencias hondas
de vocación y de sabiduría.
Así que ese pintor que en mí se esconde
(por la previa abducción con la que Euterpe
lo sedujo con su cantar de sierpe)
hoy siente que sin más le corresponde
afirmar que no viera su manzana
con tal deleite Newton en su día
como con gusto contemplé la mía
en el amor de ayer por la mañana.