Lo
cierto es que aquella jornada del 82, con su recuento de los diez millones de
votos, éxito inédito, a todos nos ilusionó. El cambio por fin estaba ahí.
Era
yo vecino de la Torre de Praga, en la calle Antonio López de Madrid. Y ese
resultado, FelipeGlez., me pareció que era lo que andábamos necesitando para
inaugurar un tiempo de esperanza que no tardó tanto en verse defraudada.
Ahora
te prestas a la burda propaganda triunfalista de esta PSOE, residual,
falseadora hasta de su ideología, que durante años ya malversó el caudal de los
votos, mangoneando por todas partes con chulería e impunidades, con estilo de
caciques de nuevo cuño, de “señoritos” otra vez, y encima sin el entrenamiento
de los apellidos de familia; aunque más ávidos de revancha atrasada y de
protagonismo soñado, que son síntomas de la ictericia que suele aquejar a
cualquier aspirante largo tiempo postergado.
Los
figurones de la Junta andaluza, por ejemplo, listos ya para que la miseria de un
indulto les elimine las condenas. De la vergüenza nunca se preocuparon.
A
esta patética verbena, a esta carnavalada melancólica no han querido apuntarse
gente como Paco Vázquez, Redondo, Corcuera, ni el propio Guerra que tan era lo
que también era “de los tuyos” pero tan suyo siempre. Por algo será.
Mucho
puño en alto, tú y otros Glez. como tú: qué parche, “oyes”.