miércoles, 8 de enero de 2025

El cine, ese pacto

 

Celebérrimo, sobre todo, por su larga carrera cinematográfica de personajes preferentemente ligeros, comedias y trances romanticones, y su apostura británica (cabe escribirlo así), el señor Hugh Grant se porta como un maestro en ese laberinto ominoso y tétrico que es la casa siniestra de “Hereje”.

Ahí nos da una faceta de su trabajo que no es frecuente y, con el carácter que a todos nos acrecientan los años, lleva adelante el peso casi absoluto de este “film” que desliza paradojas y severidades críticas acerca del fenómeno de las religiones, con lo que tiene de apuesta por el misterio y de clavo ardiendo al que nos enseñan a agarrarnos, por más que proliferen después las dudas más lacerantes y los escrúpulos con los que terminamos descreyendo como si no hubiera un mañana.

El asunto mantiene la tensión, a pesar de la fantasía de que notorios moribundos prolonguen una suerte de agonía activa y peligrosa que el espectador bonachón procura incorporar al pacto, a la convención que también comporta ir al cine.