Adornada con sartas de perlas geométricas e industriales y con otras singulares y caprichosas preseas, Cleopatra* luce su resplandeciente belleza triangular, describiendo elegantes curvas ampulosas, ufana de caderas y exhuberancias.
Y gustosamente sometida al estilo sosegado y parsimonioso del Astronauta, avanza con cortesía su comentario:
-- Te noto como otro pulso, más inspirado, no sé...
-- También yo he creído sentir una histórica alegría en tus evoluciones: ¿quizá la piernita de atrás...
-- ...del otro día. Por cierto, no va a haber quien nos aguante, ahora que hemos coronado la cima de las gamas del color azul, tan de nuestra predilección.
-- Dices bien.
*Curiosamente, es de otro modo conocida como el Clavileño Estelar, majestuosa ambigüedad que se da el lujo de permitirse, con los vientos a favor de tanto artista que viene saliendo del armario, y de tantos otros de los que la suspicaz sabiduría popular sospecha que un día harán lo propio, en contra de unas apariencias de legendaria seducción y lances casanovescos.