Una vez dijeron por la tele que un grupo
de científicos publicó datos e investigaciones según los cuales el planeta
Venus debió ser como la Tierra ahora es, más o menos. Sólo que hace cuatro mil
quinientos millones (4.500.000.000) de años.
A mí siempre me ha resultado admirable
el desparpajo con el que especialistas, supuestamente ponderados, hacen tan
vertiginosos cálculos, fíjate, Tita, al lado de los cuales, en qué poquita cosa
se quedaban los siete u ocho metros de acera que ¿tánto iban a influir en
tu/nuestro museo? (Y eso que ahora queda otra vez por resolver el destino de tu
Colección.) Ya sé que todo tiene su importancia, y que además tú ya tenías por
entonces bastantes disgustos con el sofocón de la boda de Borja, etc. pero estos
científicos suelen darme un ejemplo para asumir con modestia la pequeñez de
nuestra vida, la insignificancia del tiempo que duramos y la vanidad de
nuestras aspiraciones y propósitos.
Más todavía si tenemos en cuenta a los
filósofos y pensadores ilustres que sentaron la teoría de que Dios (infinito,
eterno y absoluto omnisciente) ve, de antemano y para siempre, todo lo que
hemos sido, somos y seremos, y lo que hicimos, hacemos y haremos, situación
bastante correosa que deja poco resquicio para el ejercicio de una presunta
libertad y una auténtica preocupación por lo que, sin remedio, va de inevitable
y predecidido.
No achacaré yo estos pensamientos a la
incomodísima lluvia de barro de estos días atrás y que por fortuna parece ir
cediendo. Y aun así...
No hay comentarios:
Publicar un comentario