viernes, 28 de julio de 2023

3 horas de "peli"

 

(Con un previsor y prudente paso por el mingitorio.)

Descontando naturalmente el porcentaje de fantasía que el cine tiene como espectáculo, “Oppenheimer” parece una crónica convincente del desarrollo que tuvo la fabricación de la bomba atómica, de sus motivaciones y de sus impulsores.

También de sus consecuencias. De cómo se abrió una puerta (tarde o temprano, los mismos u otros la habrían abierto, estaban ya abriéndola) a una más peligrosísima etapa en la carrera de unos armamentos que nunca han parado de sofisticarse y crecer.

La fulminante actuación sobre las dos ciudades, que tanto análisis y examen siguen originando, acabó con unos restos de la guerra que eran más temibles que mensurables. Así que el “film” toca el debate del coste, en todos los sentidos, el espanto de la población civil eliminada (¿cuántos civiles en toda Europa?), la conciencia culpable de los científicos al comprobar que la finalidad de su sabiduría combinada también tenía mucha muerte y mucho horror, cosa que con seguridad no ignoraban. Y aun así…

Hay imágenes logradísimas, estremecedoras; y, cómo no, algo de política maniquea, claro. Pero se sale del cine con el ánimo tocadillo. Y no tanto por el revuelo febril en el vestíbulo, en las otras salas, de los alegres y divertidos veraneantes, encantados con Barbie, etc. consumidores ansiosos de maíz en palomitas a granel, cubos XXL de refrescos y “selfies” a destajo.

Que tampoco eran el infierno de Dante, pobrecitos.

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