La que acaba de asomar en las carteleras de nuestra “gran
pantalla”. (Los veteranos, sin duda reconocerán esa expresión que va cayendo un
poco en desuso pero que atesora todo el sabor de la mejor parte del siglo XX.)
Quizá Duasangu, más devoto que yo de los patagios, podría
aquilatar de manera eficaz la remotísima, si no inexistente, dosis de
verosimilitud, lo peregrino del punto de vista que ofrece este “film” (mola,
¿qué no?) sobre la célebre figura de Vlad.
A mi vez, aficionado impertérrito al cine en general, soy
adicto a cuanta película se trama en la que haya profusión de armaduras,
yelmos, espadazos, castillos, fortalezas y palacios, suntuosos o siniestros que
ellos sean. Y vestuario “de época”. Todo ese espectáculo es tentación
irresistible para mi, y he debido perderme muy pocas muestras del tal, a despecho
de que sesudos y profundos cinéfilos diversamente “comprometidos” puedan
tacharme de tener un gusto pueril y fantasioso, cosa que no va a importarme ni
lo mínimo.
Disfruté con este Drácula, con los ejércitos
multitudinarios (seguramente tan virtuales como admirables) de guerreros
turcos, con los tenebrosos barrancos, las escarpadas montañas, las gigantescas
tormentas; con los espesos enjambres de vampiros que, en remolinos espirales de
velocidad temible, son los inevitables y fulminantes vencedores de la batalla, que
desde luego termina como el rosario de la aurora, qué otra cosa cabía.
El peto de la armadura del Sultán, dorado de fondo y
relieves, me pareció una monada, mucho más vistoso que el de “diseño” del
protagonista, logradísimo eso sí, en su caracterización de colmillos retráctiles
y chirriantes uñas/garras en aleación de acero y fibra de carbono.
Lo diré de una vez: el cine al que jamás voy es ése, grotesco
y bufo, de los Torrente; tampoco me animo con el truculento, de cutre y
pedestre “realismo”, que tanto emboza su falta de imaginación nutriéndose
sistemáticamente del lumpen más local y doméstico, de los terrorismos y
delincuencias corrientes, un cine que, promovido con descaro y financiado por
los intereses de las televisiones, se nos infiere con brutal insistencia hasta
conseguir la aceptación y el fervoroso aplauso de nuestras más cultivadas
mayorías.
Me gusta la descripción que has dado de esta ultima versión de Dracula, me va dando esperanzas de disfrute.
ResponderEliminarEspero algún día, poder no muy tarde enrolarme en la versión cómic de tu canción, "De funeral", la cual considero un jugoso argumento para una historia de terror.
Y a la atinada cita de Dº Marcial, habría que añadir ese generoso tropel de Merlines, Leñadores y Bucaneros, todos protagonistas de bellísimas historias.
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