El Hipocampo y la Dama de los Rizos
contemplan con desolada impotencia la agonía del Plegablito que, acaso
contagiado de las presentes y graves crisis internacionales (Grecia, China),
lucha por no sucumbir al naufragio que el Destino cruel, ensañándose, ha
desencadenado contra él de manera insidiosa y que entorpece el funcionamiento,
de suyo modoso, que solía distinguirlo, en su condición de ordenador a bordo.
Con visible zozobra, el mecanismo
interior reacciona/ NO reacciona en un “maxiadagio” cuya insuperable lentitud
tendría algo de parsimonia estelar y artística si no supusiera como supone la
imposible comunicación de este “blog”, la eventualidad pavorosa de que valiosos
archivos se hayan sumido para siempre en el agujero más negro del vacío sin
retorno.
En un día aciago, en el que incluso la
estructura de las zapatillas sufre un impensable e inoportuno percance, los dos
implicados son observados por la piadosa mirada de Lolo que percibe solidario
la alarma, el agobio creciente, las proporciones de la singular catástrofe.
Esta nota en el cuaderno de bitácora,
todavía es incapaz de predecir las consecuencias temibles, el alcance de este
trance fiero y desgarrador.
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