De acuerdo en que es de las mejores la
marca del casco con el que te vemos en los telediarios, con tu mochila a la
espalda, una imagen mucho más joven que tu realidad.
Yo, hasta te recomendaría los que diseña
Ruby, ahora que vuelvas por Francia para procurar que, por separado, los socios
del club se dejen convencer por tus subterfugios.
Dos tercios de los tus paisanos que han
participado, te han secundado en el objetivo de esa pregunta más que confusa. Y
así, con ese respaldo (que no es el del tercio restante ni el de los que no
sabemos, porque no se presentaron a votar nada) dices impávido que tenderás la
mano.
La mano de pedir. Otra vez. La mano de
barajar dudosamente naipes contradictorios, muy en tahúr, muy en chalán, muy en
resabiado y liante mercader de la más profunda tienda del Zoco, del Gran Bazar.
Contra las chorradas de Leire o de José
Luis, a la conjunción de las civilizaciones, etc. le queda, hoy por hoy, mucho
de hojarasca inútil. Va a ser difícil prolongar el ancho de tu embudo; difícil
que el núcleo más europeo de esta Europa, ampliada con precipitación e
imprudencia, confíe de nuevo en tu método, tan oriental, de retorcer la
Gramática, hablando de una “solidaridad” que ya nos ha costado, dicen, 240.000
millones, nene.
Y ya puestos, yo también quiero un
referéndum donde se me pida permiso para tirar el dinero de mis impuestos en
irresponsabilidades ajenas, a más de hacerlo con las propias, y con lo cara que
sigue estando la gasolina para tu moto y la mía.
Último dato: lo anterior lo escribí en
el insomnio de hace pocas horas. Y esta mañana, resulta que con una frase
chulesca más, o sea, sin perder el estilo, has dimitido.
Te diré el célebre comentario de mi
ex-suegra: que Dios te dé salud como
descanso dejas.
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