Aunque tengo mis reservas (y ya las he
expresado antes) sobre el “comportamiento” del público en los concretos
festejos taurinos de Pamplona, soy, respecto de la lidia de los toros de
lidia=corridas de toros=fiesta nacional, decidido admirador.
Hablo de la lidia con reglas elegantes y
exigentes que ejercen los matadores en Sevilla, Ronda, Madrid y tantos otros
cosos que hacen del espectáculo un rito ancestral en el que el arte, el
peligro, la emoción, el silencio sagrado que rompe en ovaciones y la muerte
misma se sobreponen a la simplona mirada del animalista melindroso (que parece
no discurrir más protestas que las gamberras y grotescas del cuerpo en cueros
por el suelo y la pintura de hortera color rojo); o a la insensibilidad con la
que muchos adictos al fútbol o al botellón rechazan las corridas y no podrían
soportar tampoco a Pablo Sarasate o a los monjes de Silos.
De entre los “animalistas” hay que descartar
a todos los que no son vegetarianos y se zampan con deleite las vieiras, los
cochinillos, el hígado hipertrofiado de las ocas y similares o los langostinos
de Sanlúcar*. Y ni así; que no falta quien sostiene la condición sensible de
las plantas (lo que fatalmente incluiría la caña de azúcar para el ron cubano, los
espárragos de Aranjuez, las naranjas de Orihuela, las alubias y pimientos de la
Rioja y la piña de Bucaramanga, etc.) y entonces no podríamos siquiera rozarnos
con un cactus, en el desierto americano que más “os ponga”, so pena de
ofenderlo o agredirlo (al cactus).
Tampoco me sirven los empujones y
acorralamientos paletos de esas “costumbres locales” en las que es difícil ver
algo más que barbarie y rústico maltrato del animal: sin arte, sin reglas; sin bagaje
cultural de milenios.
Otras zafiedades hay y otros más cutres
y mezquinos escozores: los que oscuramente fundamentan un rechazo en cuestiones
de ideologías bastardas o pringosamente “políticas”, por mucho que las
maquillen, que lo hacen siempre con grotesca mediocridad y obviando con harta
paradoja los aspectos económicos y laborales del tema; que los tiene.
En fin, quizá terminaremos, es de temer,
donde quiera la masa manipulada, adocenada, obtusa, cansina. Pero será un
desperdicio. Que también los del califato ese se están cargando todo lo que les
peta, muy “iluminados” con sus fanatismos.
*Me da que en este blog ya se ha
planteado hasta dónde se quiere llevar la intangibilidad con los animales: esa
bula amplísima, ¿alcanzaría a las ratas transmisoras de la peste, a los
mosquitos de la malaria, a las propias células cuya viva pujanza producen las
metástasis del cáncer? ¿Quién nos redactará, con su inapelable sabiduría, esa
lista minuciosa y discriminatoria de los “seres vivos” a respetar, tan dispares
en tamaño, morfología y conducta?
Hemos pasado, del no pasa nada ... al no aceptamos nada. Y todo tiene un termino medio, si se busca, claro. Nunca me han gustado los toros, (será por que soy tauro ?) , al menos no como "espectáculo", y me ha parecido un rito cruel . Pero siendo fría y lógica, entiendo que detrás, al margen del aspecto cultural o estético, hay una estructura económica que no se puede dejar en el aire de la noche a la mañana, como se esta haciendo. Estoy a favor de retirar el dinero publico para estos fines, pero también estoy a favor que se mantenga si hay quien paga para ello, vamos que se saque a concurso su financiación, y asunto resuelto ( como hicieron con Las Ventas ). En todo caso somos el país de charanga y pandereta ....con anacronismos constantes y pasando de un lado a otro del camino, cruzando sin mirar ...y asi nos va. Bss. Sylvia
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