Eso que no habías imaginado, sospechado, supuesto, que
ocurriría.
No fue el caso: días atrás, fue consciente, y consideró
de modo hondo y pragmático, y no por primera vez, la necesidad de la prudencia,
casi de la cautela. Un paso en falso, incluso en sentido literal, podía
significar un verdadero problema, y más ahora, como cada vez, que solo, nuevamente solo.
Sin culpar a nadie, valiente tontería, ya sabía de sobra
que la libertad y la independencia, harto lo había aprendido a través de las
décadas, dejan siempre flancos débiles, muy fáciles de ser atacados por quien
sea o lo que sea. Y desde luego, os aseguro que lo conozco bien, nada más lejos
de su carácter que los impulsos descontrolados, el fogonazo excesivo, la
exageración vital que su inteligencia con dificultad le habría consentido ni,
mucho menos, aconsejado.
Se cayó. Las rodillas, las manos, incluso una pequeña
parte de la cara, se encontraron de repente desolladas por la indeseable
fricción con y contra el suelo, el enlosado (“loseado”) de la acera. El golpe,
el impacto se revelaba en los huesos, en la hinchazón incipiente.
La sorpresa, y también el dolor, lo demoraron en el acto
de incorporarse, percibiendo en ese instante, aunque de modo algo nebuloso, los
inconvenientes de la edad, cuyo taxímetro jamás descansa, el resignado aunque
indeseado matiz de indignidad que una caída, en un caballero, comporta.
Canceló el propósito del momento; regresó a su casa, se
lavó a fondo las heridas y las desinfectó preventivamente con agua oxigenada.
Ahora le duelen zonas del cuerpo que no sintió implicadas
en aquel momento.
Reflexionó: todo pende del más canijo de los hilos; de
esa manera tan casual, tan boba, tan incontrolable e impredecible, nos vemos
envueltos en las catástrofes aéreas, los incendios, las inundaciones, los
descarrilamientos de los trenes, los atentados, la lotería de Navidad, las
enfermedades que por sorpresa y a traición dan la cara…
¿Y dirá alguno que conduce su vida, que hace planes, que
proyecta su futuro y, en el caso de los proverbialmente torpes y defectuosos
“timoneles” de la cosa pública, el de los demás?
¡Qué poca cosa somos, cuánto albur, aunque apasionante,
mientras los venalísimos concejales se forran y Elsa Pataki se luce en su
lencería de delicada, remotamente concebible filigrana!
Nota de la Redacción: ha llegado a la nuestra un malévolo
rumor, que nos apresuramos a desmentir, según el cual Elsa habría sido
seleccionada como victoriosa en el “casting” para la publicidad aludida, por
recomendación o enchufe, siendo simultáneamente ninguneadas las otras aspirantes
entre las que, afirman, figuraba Cristina Almeida.
Entrevistada la eximia actriz, descarta ese bulo y otrosí
dice que en absoluto (“para nada”) se considera mujer/objeto, ni cosa aledaña.
No damos crédito al porcentaje de felonías e indecencias
que se cometen en nuestra deteriorada sociedad del bienestar. Proponemos
rosarios, procesiones y rogativas a fin de paliar, con la ayuda del Cielo,
tanto desmán, tanto desorden y gatuperio.
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