lunes, 17 de noviembre de 2014

Lo imprevisto



Eso que no habías imaginado, sospechado, supuesto, que ocurriría.
No fue el caso: días atrás, fue consciente, y consideró de modo hondo y pragmático, y no por primera vez, la necesidad de la prudencia, casi de la cautela. Un paso en falso, incluso en sentido literal, podía significar un verdadero problema, y más ahora, como cada vez,  que solo, nuevamente solo.
Sin culpar a nadie, valiente tontería, ya sabía de sobra que la libertad y la independencia, harto lo había aprendido a través de las décadas, dejan siempre flancos débiles, muy fáciles de ser atacados por quien sea o lo que sea. Y desde luego, os aseguro que lo conozco bien, nada más lejos de su carácter que los impulsos descontrolados, el fogonazo excesivo, la exageración vital que su inteligencia con dificultad le habría consentido ni, mucho menos, aconsejado.
Se cayó. Las rodillas, las manos, incluso una pequeña parte de la cara, se encontraron de repente desolladas por la indeseable fricción con y contra el suelo, el enlosado (“loseado”) de la acera. El golpe, el impacto se revelaba en los huesos, en la hinchazón incipiente.  
La sorpresa, y también el dolor, lo demoraron en el acto de incorporarse, percibiendo en ese instante, aunque de modo algo nebuloso, los inconvenientes de la edad, cuyo taxímetro jamás descansa, el resignado aunque indeseado matiz de indignidad que una caída, en un caballero, comporta.
Canceló el propósito del momento; regresó a su casa, se lavó a fondo las heridas y las desinfectó preventivamente con agua oxigenada.
Ahora le duelen zonas del cuerpo que no sintió implicadas en aquel momento.
Reflexionó: todo pende del más canijo de los hilos; de esa manera tan casual, tan boba, tan incontrolable e impredecible, nos vemos envueltos en las catástrofes aéreas, los incendios, las inundaciones, los descarrilamientos de los trenes, los atentados, la lotería de Navidad, las enfermedades que por sorpresa y a traición dan la cara…
¿Y dirá alguno que conduce su vida, que hace planes, que proyecta su futuro y, en el caso de los proverbialmente torpes y defectuosos “timoneles” de la cosa pública, el de los demás?
¡Qué poca cosa somos, cuánto albur, aunque apasionante, mientras los venalísimos concejales se forran y Elsa Pataki se luce en su lencería de delicada, remotamente concebible filigrana!

Nota de la Redacción: ha llegado a la nuestra un malévolo rumor, que nos apresuramos a desmentir, según el cual Elsa habría sido seleccionada como victoriosa en el “casting” para la publicidad aludida, por recomendación o enchufe, siendo simultáneamente ninguneadas las otras aspirantes entre las que, afirman, figuraba Cristina Almeida.
Entrevistada la eximia actriz, descarta ese bulo y otrosí dice que en absoluto (“para nada”) se considera mujer/objeto, ni cosa aledaña.
No damos crédito al porcentaje de felonías e indecencias que se cometen en nuestra deteriorada sociedad del bienestar. Proponemos rosarios, procesiones y rogativas a fin de paliar, con la ayuda del Cielo, tanto desmán, tanto desorden y gatuperio. 

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