Como una señal cuyo sentido, de tenerlo, sería
indescifrable, o como una coincidencia, una mera casualidad, a pocos días de mi
relectura de un libro que cité aquí, asisto al estreno en nuestros cines de
Chiclana de esa cinta sobre Pablo Escobar.
Aproximación o boceto sugeridor de lo que debió ser
aquello, y de lo que debió ser su fabuloso protagonista, real e inverosímil
(que sólo en lugares como Colombia y algún otro país de la zona parece
posible), la puesta en escena va orientándose desde un casi inocente comienzo
(quizá deliberado, para mejor cebar el contraste que no tarda en sobrevenir)
hasta una situación que nos transmite con eficacia considerable todo el
desatado horror de unos acontecimientos que demasiado tiempo causaron daños
innumerables, llegando a subvertir y trastornar, a fuerza de inmoralidad,
cinismo y corrupciones, cualquier precedente y decente escala de valores, por
convencional e insatisfactoria que hubiera sido.
Sobre Escobar, de seguro se han construido leyendas.
Probablemente quede en la Historia como un desaforado, fascinante y pavoroso
“capo”, la hondura de cuyo vertiginoso peligro agrandaban sus modos y vida de
patrón familiarísimo y “benefactor”.
Benicio del Toro, como de costumbre, aporta oficio. No sé
si le achacarán más frialdad de la cuenta o eso mismo añade algo siniestro e
impenetrable al papel.
La banda sonora, con el largo tema solemne y hermoso que
acompaña los prolijos créditos finales, me ha sonado de primera.
En cambio extraña y desorienta la elección de un acento
español netamente peninsular, que suena con artificio en boca de personajes de
tan inconfundible localización geográfica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario