cuando se es juez y parte,
esquivar la soberbia inconveniente
de los impresentables “chovinismos”.
Así que admito paladinamente
que no serás la única
en cuya seducción y fermosura
reverentes caemos;
que otros burgos también serán motivo
de encanto y otros dones singulares.
Pero esa perspectiva de tu torre
(al salir del palacio/restaurante
que borda en filigrana el bacalao)
después de estos tres años de no verte,
me deja conmovido, sin palabras:
airosa y elegante en las hechuras,
los relieves, la valiente firmeza
y los demás elogios que no encuentra
-no quiere ser prolijo-
este rendido hijo
a tu gloria, tus olores y piedras,
tus luces más complejas y sencillas,
Sevilla.
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