La
imagen, siempre es la imagen, con su indiscutible poder de influencia, de
evocación después. Vaya, lo que entra por los ojos, porque seguramente es la
vista el más importante de los importantes cinco sentidos.
La
salida de Casado del Congreso hoy (con un claro e inmediato color de elegía)
ilustra y define cómo pasa, pasamos su página. Sin ser peor que otros, y mejor
que algunos, puede que su tibieza ocasional, sus visibles titubeos para ser de
derechas pero no tanto, para sumarse a varias modas ideológicas “convenientes”,
hayan sido no poca parte a su desautorización y a su descrédito.
Todo
apunta a que le sucede Feijóo, político respaldado por victorias electorales reiteradas,
gestión experimentada y aceptable en Galicia y aura de merecido respeto y de
madurez personal. Convendrá que todo eso se le reconozca y valore sin ambages y
sirva para aunar adhesiones. Porque los navajazos, o sus amagos, sólo lleguen
de los opuestos y no de los afines.
De
las primeras cosas que ya le cuestionan es lo que hará respecto a VOX. Con modestia,
varias premisas para considerar:
1:
Los más interesados, sobre todo ellos, nos predican con insistencia las
ventajas (bastante dudosas) de la democracia. Pero bueno, va.
2:
Aceptada ésta, los votos sumados y,
si se encarta, alguna componenda legal deciden los gobiernos.
3:
El llamado “cordón sanitario” contra VOX sólo demuestra la impotente inquietud
y el cabreo de los que pretenden en vano ignorar los votos que, en aumento, respaldan al equipo de Abascal.
4:
Equipo que, en rigor, parece mucho menos “apestado” que otros que chillan y
rechinan dentro del Gobierno actual, con la admisión de nuestra tan recomendada
democracia.
5:
Así que el atolladero que le perfilan a Feijóo es otro ejemplo de cómo predicar
sin darlo, un siempre puerco “ancho del embudo”. Como se dice ahora, un embudo
2.0.
Sin
conclusión de momento, hay que
preguntarse si nunca nos hartaremos de marrullerías.
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