De vez en cuando me apropio del tenedor, el cuchillo y la
cuchara que compré para ti. Un juego (un set, que dirían los que te dije) que
era para tu exclusivo uso, porque mi devoción, hasta en las nimiedades, siempre
te puso por encima de lo que hiciera falta.
Las cosas rodaron como sabemos; nos las rodaron como
sabemos. Ahora doy gracias a Alá, el Todopoderoso, porque van bien. Y toco
madera, por si no fuese suficiente con la oración, con la invocación sagrada.
Parafraseando a los apoderados taurinos, que refieren la
temporada en plural (“hemos firmado tantas corridas, hemos cortado tantas
orejas, etc.”), hemos sufrido algún contratiempo en cierto examen. Pero es rara
avis, en un recorrido que por lo general ha abundado en lucimientos, curso tras
curso. Así que adelante.
Y con las enésimas copas de bourbon que se alargaron con
heterodoxia desde el solomillo al postre, te digo otra vez, que ya lo sabes, y
aunque no coincidamos en la totalidad de tu deriva (o sea, lo normal), que
siempre seremos, blanco y grande, pequeña y morenita, los del cuadro del
dormitorio principal aquí, en nuestra casa de la playa.
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