Debo un acto de contrición por haber bajado la guardia;
por haber abandonado mi prudente cautela respecto a los guionistas del cine
español y haberme expuesto con manifiesta temeridad a la experiencia de si era
cierto lo que tanta gente decía de “Ocho apellidos vascos”.
Me atreví y, después de los primeros 45 minutos, tuve que
dejarlo sin haber conseguido ni media risa forzada.
Si el resto de la cinta escondía el tesoro, el mérito
inverosímil, el destilado ingenio de arte y donosura tan fantasmalmente
pregonado…
Si se puede perdonar a la ciudad condenada por un sólo justo
en ella…
Pero mi naturaleza es nada más que humana (que ya en el pecado
lleva la penitencia) y no está obligada a la paciencia y la espera infinitas.
Así que todo ese aluvión de elogios, presentaciones,
entrevistas, lanzamiento “urbi et orbe”, alarde de recaudación en taquilla y
éxito multitudinario… ¿era por y para ESTO?
No se me da bien el disimulo: puedo arrostrar vuestro
desacuerdo.
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