Y como dos zafios, descorteses empecinados en sus
desvaríos, desabridos y antipáticos, Urkullu y Mas, a quienes Dios guarde, se
resistieron a aplaudir (o lo hicieron a lo ínfimo, con su contumaz cicatería)
el discurso de nuestro recién proclamado Felipe VI.
Nunca quieren recordar que es España (contra la que se
revuelven, a la que hacen objeto de su deslealtad y de su ingratitud) la que los
nombra, la que les concede por delegación la autoridad, el relieve y el sueldo.
Hay catetos con gracia. Acaso no es el caso de estos dos.
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