No
se trata quizá de que esto suene
a
música de réquiem ni a barrunto;
sólo
es que a veces voy y me pregunto
qué
aspecto alcanzaré el día que truene
esa
imagen final del tanatorio.
¿He
de fingirme del Conservatorio
académico
serio y ortodoxo?
¿Escritor
de baladas que se mecen
en
el satín de un rock contradictorio
o
juglar de añoranzas medievales
y
disfrazado amor en carnavales?
¿Adoptaré
un semblante guitarrista/
derrotado,
de artritis imprevista
que
se enclaustró en su torre metafórica
a
disparar de allí unos adjetivos
radicales,
severos de retórica?
¿O
un abuelo sin nietos y sin más
que
consecuentemente
se
borra en la memoria y deja atrás
con
rapidez una vuelta de noria?
Cuando
los calendarios, indolentes,
uno
tras otro caen a la deriva,
en
el tramo excipiente
-sin
aspirar del todo a “Casta Diva”-
debo
cuidar sin duda la figura
y
reducir un poco la cintura,
coqueto
como soy,
mientras
viene la fecha y yo me voy.
Siempre guapo, atractivo e interesante. Un poco picarón y disfruton de las buenas comidas y el buen vino. Un abrazo querido amigo.
ResponderEliminarTarde mucho el momento, Maestro, que aún tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero. Un abrazo desde la sierra madrileña
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