Uds.
no lo creerán pero hay días en que uno se levanta tocado de un relente de
romanticismo idealista y quiere imaginar que la especie humana no es tan
desastrosa como la pintan. Claro es que tal fascinación desaparece enseguida y
ya tenemos el “affaire” pintoresco de nuestros espías que, al no tener el encanto
de las ficciones de James Bond (ni sus Aston
Martin sucesivos), se queda en un rollete algo cateto y chapucerillo, apto para
que las plañideras separatistas y los fariseos rojeras, como suelen, prorrumpan
en quejas variopintas a distintos grados de tono o altura, intensidad y timbre.
(Las tres cualidades del sonido, ya se han enumerado aquí.)
La
causa más genésica de nuestra decepción es un detalle nada menor: si nuestros “próceres”
fueran decentes, honrados, impecables de palabra y de obra, poca carnaza
encontraría la avilantez carroñera de los espías: literalmente, nada que
rascar. Y entonces, la inmediata obsolescencia de sus manejos, el mayor
descrédito, la repulsa unánime; y el despido fulminante para los de ese oficio
de iscariotes, turbio de suyo y proclive a las clandestinidades y otras
abyecciones.
Pero,
¡ay!
Y
ya bajando a tierra, lo que más atufa de ese rollete es la siempre cobarde
postura del Pringado Mayor, cuyo egoísmo hipotecado lo ata y lo atará a las
manos de sus siniestros usureros.
¡Cuánta Vieja`l Visillo, Maestro! (Saludos desde Villalba)
ResponderEliminarEstimado Rodrigo, suscribo tu certera reflexión, que tristemente, viene a corroborar mis impresiones sobre la cúpula política y los dirigentes que, incomprensiblemente, obtuvieron los votos para alcanzar ese codiciado poder para manejar a su antojo todas las instituciones públicas. Espero, con cierta dosis de ingenuidad, que no se les permita seguir haciendo chapuzas! Un fuerte abrazo de éste seguidor y admirador tuyo. Atentamente
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