Prólogo:
Cualquier cosa despreciable
podrá decirse de ti,
retrepado en tu cucaña,
mentiroso y baladí.
Y hasta en romances de ciegos,
en tu balance final,
saldrá que no diste el pego.
Al gran traidor que es Pedrito
le han traicionado otra vez
sus traidores favoritos.
¿Qué esperaba
el funesto presidente,
ahíto de antecedentes,
y aun así, que no hay cagada
por más grande que ésta sea
que no cometa doblada
y adornada
de una lujosa librea?
El episodio reciente
a nadie decente asombra
y, a su lado y a su sombra,
a Margarita la encogen
la vaca brava astifina,
la afilada guillotina
que, en ruidoso alimón,
han rozado ese sillón
en el que aún permanece
aunque sentada, asustada
de tamaña tremolina.
Vuestro expediente se hunde
con tal suma de borrones
y el esperpento de saldo,
entre grotesco y espeso,
que lleváis a las sesiones
del Congreso.
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