Que fue el título de una interesante, memorable película. Pero no voy a eso.
Su Majestad Don Felipe, a quien Dios guarde, va madurando (la práctica hace el oficio) y estuvo, ante la magna asamblea comunitaria, entonado y sensato, animoso y cargado de razón, cada vez más convincente y digno de la representación honrosa que le ha correspondido. Y con una sobria elegancia y una pulcritud de la que notoriamente carecen esos gansos que rechazan al Estado y a la Constitución y, mientras con grosería intentan socavarlos, no tienen empacho en beneficiarse con harto cinismo de las ventajas, prebendas y sinecuras que de nuestra España obtienen.
Lo peor no es que resulten ridículos y cansinos con sus rancias y/o algo pueblerinas banderas; lo peor es su insana deslealtad y la pedestre falta de educación, la ordinariez que airean en esos foros importantes cuya tolerancia les consiente una asistencia que ni de lejos dan muestras de merecer.
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