El Expediente, enviado por el Instituto Berger de Noruega
para la Investigación de Veleidades Antropológicas, me llegó durante mi
reciente safari por Kenia.
Lo tengo ahora ante mí. Expone los nuevos resultados
obtenidos a partir de un laborioso trabajo de campo y de numerosas consultas
realizadas con minucioso rigor en bibliotecas, hemerotecas y fonotecas de
distintas universidades americanas y europeas.
Un nutrido grupo de enólogos, cardiópatas y periodistas
de investigación (estos últimos egresados de las arduas academias de Telecinco)
ha detectado, al nutrido grupo me refiero, señales indudables de decadencia en
el relevo generacional contemporáneo. Teniendo en cuenta el alto vuelo y la
dimensión incluso literaria de Don Juan y de Casanova, se pone de relieve, una
vez más, una cuestión de estilo, o de su falta: es evidente que los individuos
que, en nuestras calendas lamentables, remedan con ignorancia insufrible e insuperable
cutrerío las “hazañas” de aquellos célebres depredadores del amor, suelen ser
gentecillas de la más deleznable argamasa. El reciente ejemplar que ahora
zarandea a la incorregiblemente crédula adoptada de controvertida cantaora, es
apenas el devaluado trasunto de los ya históricos Tejados, Antoniosdavides y
Dinios y Asdrúbales y Nilos y otros diversos especímenes de la más varia
procedencia geográfica que, mejor o peor y más bien mal, han chuleado, o
parecido, oiga, a sus chicas, trazando un propósito de supervivientes sin
escrúpulos cuyos resultados están a la vista, además de haber sido
espectacularmente predecibles.
Poca disculpa hallarán seres de conducta tan mandriloide,
aunque las “damas” que a sus requerimientos responden tampoco parezcan orientarse
mejor.
La Comisión firmante del Informe echa en falta un baño,
una inundación, mejor, de lejía y se resiste, si bien con creciente dificultad,
a asociar a según quiénes con los detritus que se acumularon en la arqueta del
lavadero.
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