Si las de queso, siendo tan sencillas,
han resultado ser de maravilla
y aunque su condición de elementales
indujera a pensar que tan cabales
quizá, posiblemente, no serían,
yo sostengo a porfía
que no las tacha ni un solo momento
ni las empaña desaliento alguno:
antes bien, con nutrido fundamento
son aptas hasta para el desayuno.
Y entonces me pregunto, esperanzado
(que también por sus manos han pasado),
¿las de atún, vive Dios, cómo han de ser?
¿Qué debo suponer?
¡Empanadillas que no hay más que ver!
Y ese café que prepara Isadora
con esas limpias manos redentoras.
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