El cerebro, borroso y maleable;
los criterios, de blanda plastilina:
por Internet fatal, inexcusable,
la multitud recibe la doctrina.
Los nuevos "ilustrados" sacerdotes
-- influencers y gamers a destajo --
son vanos y avispados monigotes
nacidos del flautista de Hamelín
detrás del cual todo se irá al carajo,
envuelto en un brillante colorín.
Porque los borreguitos infinitos,
los modernos y memos seguidores,
se ve que son cabezas de chorlito
que dejan que les quemen los circuitos
esos fantasmas manipuladores.
Y en medio de este absurdo maremoto,
¿pensabais blindar la intimidad?
¿"Poner el parche antes que salga el grano",
cuando ya el grano es una realidad?
Demasiadas pamplinas, borracheras,
plañideras de viento y purpurina.
¿Qué miramiento cabe o disciplina
cuando, desatinados,
nos ponemos el mundo por montera?
Paquete recibido. Gracias Rodrigo
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