Con sobriedad y respeto, que es como siempre debe hacerse, "Identidad borrada" plantea el delicado y tormentoso conflicto de una condición psicológica/sexual que lucha por su definición entre actitudes convencionales del entorno social y una amalgama de incomprensión ajena y arenas movedizas propias, haciendo frente a unas dificultades que están ahí, a pesar de las teorías "políticamente correctas" que pretenden su inexistencia y las blanquean (a las dificultades) con forzadísimas etiquetas de homologable normalidad.
Por si no fuera bastante, se añade al enredo la turbia iniciativa de un instituto religiosoide, repugnante de manipulación y que previsiblemente desbarranca en secta, con todo el lamentable folclore del que éstas suelen estar teñidas.
Pasajes de música suave (que llegan al espectador sin alardes ni llamadas de atención) nada desdeñables y Russell y la Kidman, encajando contundentes los respectivos prototipos de sus personajes, apuestos ambos en su notoria y ya madurísima experiencia de actores acreditados.
Y un café, a última hora de la tarde, para llegar despierto a la sesión nocturna, único horario disponible que el multicine habitual ha concedido a la proyección de esta cinta.
Lo que es la afición...
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