Los científicos más avanzados, los más intrépidos investigadores, incluso los filósofos, van y vienen concluyendo que apenas, y nada menos, estos seres visibles y tangibles, también vistosos y fungibles que "semos", resultan a la postre agrupaciones más o menos casuales o programadas (¿y por quién?) de partículas cada vez más infinitesimales.
Las alternativas al vértigo, principalmente nihilista, quizá sean la fe o el más ateo y desconcertado estupor.
Conque, recubiertos de barnices que disimulan, o no, esa prodigiosa realidad, si uno se pone medianamente metafísico, la primera y esencial posición debiera ser una humildad, una modestia a toda prueba en la que diluyéramos definitivamente nuestro presuntuoso, y ridículo, ademán de IMPORTANCIA.
Y fuésemos rebajando toda la estructura de trascendencias hasta la categoría de clavos ardiendo, o de doméstico cubo de la fregona.
-- Visto así...
-- ¿Verdad?
-- ¡Vaya un Día del Padre!
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