Con gestos, con formas (las manos, las entradas crecientes del cabello, el color de los ojos, el timbre de la voz), con la introspección, los pensamientos, los recuerdos, la soledad interior que, día a día, el desencanto deposita en nosotros.
Tratarte más, hablar contigo de más cosas. Conocernos en ese fondo que aquellos usos no incorporaban a menudo. Estar más cerca y a lo mejor, ahora, destilar algunas gotas de tu energía, de tu paciencia, de tu templanza para ir asumiendo que la obsolescencia programada no es solamente un asunto de electrodomésticos y automóviles. Para esperar, y acoger como se pueda, los contratiempos por venir. Tomar ejemplo de tu silenciosa valentía.
Cada uno tiene sus modelos. Con cierta convicción, también como una condición que no se elige, porque es semilla y genes, reproduzco el tuyo. Seguramente me quedo corto, no lo hago tan bien.
Y aunque reconozco que no es fundamental, mi asidero de hoy (mientras me dispongo a que el viento de levante me zarandee por Cádiz) es estrenar un frasco grande de esa colonia que usabas y que, de vez en cuando, "se me cae" en el carrito de la compra del "súper", papá.
Cuando entonces, sosteníamos en broma que no sólo el libro de los gustos está en blanco, sino que además tú y yo lo habíamos visto.
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