El verso torrencial con que Sabina
destila sus delirios y ocurrencias
y el arte, el sentimiento y la opulencia
de su infinita fuente de adjetivos
sentaron su cadencia y su doctrina
entre ese colectivo,
entre esa floración que, en cada esquina
y en cada carnaval, Cádiz nos muestra
de labia pirotécnica y maestra
de la cual la ciudad es más que diestra.
Onírico, el pregón no escatimaba
los clásicos elogios proverbiales;
y porque en todas partes cuecen habas
fue un teatro a raudales
el gran remedio para grandes males.
De anhelos y añoranzas de piratas
el escenario recreó el ambiente:
no abandonaba el barco ni una rata,
la plaza, toda a reventar de gente.
Que en esta efervescencia
no tiene competencia ese juglar,
sabiamente integrado, con resortes
de corte transversal y popular.
¡La fiesta ritual de las Palabras!
Que vengan los espesos
a tacharnos de estar como una cabra.
¡Un día especial!
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