He cambiado, por motivos de higiene y de salud, de espectáculo, pareciéndome que el que contemplamos estos días era ya más que reiterativo, y decidí volver al cine, que con toda seguridad tiene más arte y menos mala uva.
Y así, ocurre "Detroit", donde se expresa de forma contundente lo que es DE VERDAD una actuación policial, alejadísima, tú, de lo que por aquí tanto pavor origina, porque la memoria y la intención son hipócritas y pusilánimes, y nadie la lía así de parda cuando también en estos recientes tiempos y en las demás democracias de Europa llueven las cargas y los palos, varias veces más numerosos que en nuestro ruedo ibérico. Pero es aquello de la viga en el ojo, etc.
Por otra parte, "La reina Victoria y Abdul" es un cuento tierno y de inocentona nostalgia que, con un enfoque suavemente crítico y algo de humor, pinta sobre todo el encanto de épocas pintorescas y más guapas que la que atravesamos, épocas de pompa y boato, de protocolos y señoriales palacios.
Luego está "Kingsman-El círculo de oro", para dejar claro que no sólo el brexit es lo que demuestra la chaladura de los ingleses. En este jaleo se superan a sí mismos, deudos irreversibles de la saga de James Bond y otras desaforadas aventuras que, como las actuales, son con harta dificultad superables.
Como un alfa y omega, la "peli" comienza con unas secuencias y acaba con otras, en todas las cuales no cabe una sola trepidación más. Y por medio, un relleno de acción asombrosa que en ningún instante desmerece del hiperbólico desarrollo, aunque últimamente ya estemos curados de espanto y preparados para casi todo.
Lujo, diseño y elegante sofisticación envuelven este ejemplo de cine de escaparate contemporáneo que no deja un resquicio para el pensamiento, cosa que a sus artífices no parece importarles demasiado.
Para otro día, dejaremos "Blade Runner 2049". "Zabemoz hazerlo".
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