Vuelvo de Benalmádena y la noche no lo parece, de tan clara y tan tibia.
Pasado el puerto, cerca de Tarifa, dejo a babor la mancha de plata oscura del Viejo Mediterráneo.
Alrededor ya he visto, como grandes fantasmas que voltearan sus brazos, los molinos que el viento del Estrecho hace girar hoy con solemne y sonora intensidad.
Luego estará Vejer, colgado de su monte, y más tarde la casa y la playa.
La música esta noche es el motor, las palabras de los amigos -- el Comodoro, el Pianista -- que están ahí y que, hasta ahora, nunca fallaron.
Un respiro, tal como está el mundo.
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