Incluso a la imputación, fea palabra, de la infanta
Cristina que casi imposiblemente podrá separarse de los manejos más que
impropios del marido. Y es que el deportista, al decir en la tele de Jaime
Peñafiel, ya tenía de atrás chocantes borrones que no todos tenemos. Y luego
fue a peor y lo que ya anda año y medio, o más, en el juzgado.
Incluso llegamos a la terminación de mi álbum “V”, 20 canciones de estreno, de
diversas añadas: grabación, entre octubre, enero y febrero, carpeta en abril, a
cargo tradicional de Ortuño, y prensaje tras el correspondiente papeleo.
Y, mientras se ha impuesto de modo bastante unánime lo de
Papa Francisco, que así no nos acordaremos del rey francés, prosigue la
creciente floración de los escándalos, las corrupciones, los aprovechamientos
puercos de unos y otros, el desmadeje de la pobrecita España. Se quejan los
políticos de que se generalice la pésima opinión que tienen de ellos los
ciudadanos; pero es que “nos sobran los motivos”. Por eso hay que entender el
fenómeno “escrache”, otra palabra feísima, vaya día, aunque esté pringado y
manipulado por agitadores, pero que empieza a zarandear la mampara de
metacrilato impasible, los impenetrables cristales tintados y blindados, hasta
las tupidas celosías andalusíes con los que pretenden esquivar las salpicaduras
los jefes y jefecillos.
El personal está más que aburrido de echarle paciencia a
las cosas y de portarse dentro de la mansa legalidad, los cauces debidos, todo
el truco ese de las formas, sin que tanta cortesía traiga otra cosa que aplazamientos
y balones fuera. Y va llegando a la interpelación directa, ocasional, próxima
en lo físico, con manifiesta tensión incluida, propia consecuencia de quienes,
cientos de miles, millones, sienten cómo se les toma el pelo, cómo sigue la
juerga por arriba, en brutalísimo y nada discreto contraste con el aperreo y
las ingentes dificultades y penurias, la ruina de los de abajo.
Los de abajo, a lo largo de la Historia, han optado en
ocasiones por catarsis drásticas, extremas. Por supuesto que la guillotina ya
no está de moda, esto es una obviedad; pero tiéntese la ropa esa casta de
frescos desahogados que lleva las riendas porque un día podría volcar la
diligencia, si no es que antes la asaltan los indios y, a todo se llega, da
comienzo el corte de cabelleras.
Dicen y muy recientemente dices en V "nunca es tarde si es que la dicha es buena". Cierto es que el desencadenante final lo hemos pensado muchos, así como las razones por las que aún no se ha producido. Supongo que hay un factor de aborregamiento que las personas, incluso los de abajo, vamos adquiriendo con el devenir de la vida
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