Los melindrosos, los escrupulositos de conciencia y meapilas inversos, andan (o lo aparentan: hay mucho de sólo apariencia en ellos) preocupadísimos con la polvareda de saber que Meloni va ganando adeptos. Como para intentar, que ya se verá cómo y si la dejan, llevar el timón de los italianos, esa gente que a ratos difiere de nosotros y a ratos se nos parece, según.
Gente
que, harta de sus propias “habas cocidas”, del extendido y cansino rollo
fantasma de la “progresía” y sus ruinas, parte considerable ya se queda en casa
y ni siquiera se toma la molestia de ir a votar. Como aquí, vaya.
Y
curioso que aquí se escandalicen con el peligro que le atribuyen a la derecha
(extrema o no), los mismos que no se asustan con nuestros comunistas, con los “entrañables”
filoetarras, con los rebeldes del separatismo que, socios preferentes y exigentes
del “presiSánchez”, tenemos incrustados en el Parlamento y otras áreas de
decisión, y abiertamente se proclaman antiespañoles, obrando en consecuencia y
sin disimulos, “pa qué”.
Fariseos,
frescos de tomo y lomo, nada sorprende a estas alturas la hipocresía y la
demagogia con las que “tiran la primera piedra” estos que prefieren disculpar y
“olvidar” a Stalin, con tal de renegar de Mussolini. Menudos pájaros.
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