La perfección formal que en tu carita
con muy firme rigor has modelado,
¿qué le pone y le quita
al fondo de tu alma, a su encofrado?
¿Tus rasgos naturales eran tales
que te causaban cierto descontento?
¿Faltaba a la princesa azul del cuento,
sobre el talento, ornato y pulimento?
Que, como espectador exento y mero,
tus acentos nunca me parecieron
escasos de equilibrio y de armonía
cuando por la pantalla te veía.
De ahí el asombro ante algunos retoques
porque no siempre todos garantizan
segura mejoría en el enfoque.
Ahora, en las portadas
-recepciones, saraos y embajadas-,
en tu alto pedestal encaramada,
luces tan impecable y de academia
como el mejor soneto que el jurado
de los juegos florales siempre premia.
Dos rostros, nuevo, viejo:
¿cuál de los dos es de verdad tu espejo?
¿Restaurando y pintando la fachada
se curan las heridas mal cerradas?
¿Es estable tu fondo, permanece
digno de un crédito que no tropiece?
Y aquí, entre tú y yo, ¿no te parece
que en cada sucesivo cumpleaños
nos seguirán quedando desengaños?
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