Desde
joven, fueron notables la seriedad y el cumplimiento en los puestos de trabajo
que desempeñó y que supo hacer compatibles con los numerosos viajes en
vacaciones a los que fue muy aficionada; conmigo y durante largos años, quiso
ser ejemplar en el trato, generosa y hospitalaria sin fisuras. Casi era mi
madrina en la Villa y Corte.
M.J.
muere, tras una grave enfermedad, y su noticia me produce un desconcertante
vacío. Conste aquí mi gratitud hacia ella y su familia, mi abrazo a todos
ellos. Y el recuerdo imborrable de las charlas profusas, los dulces por Navidad,
las botellas de cava que compartíamos.
Si
hay luego lo que hay quien cree que hay, que me sea dada la ocasión de recobrar
esa limpia y neutral amistad con una M.J. que seguro ha sabido encontrar el
lugar azul al que se va desde Madrid.
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