Que
no consideramos suficientemente lo que hay.
Y
de vez en cuando, incluso la frivolidad a toda hora de “la tele” hace un hueco,
y nos recuerda lo durísimo que es el trabajo en el campo, cultivar, recolectar,
todo eso que olvidamos los ciudadanos estupidizados por internet y el teléfono
móvil.
Duro
trabajo. Y con estos calores de 2022 que parecen sobrepasar a los de otros
calendarios precedentes.
Así
que esos bienes de la tierra, arduamente obtenidos, se compran luego con
precios de miseria. Y al consumidor, al cliente del “súper”, se los clavan
rozando el lujo y la imposibilidad.
Hay
que repetirlo sin tregua: por medio, entre esos extremos, existe una cáfila de
parásitos que trincan lo que les parece, lo que llaman seguramente “su parte”. Que en absoluto se
justifica POR SÓLO almacenamientos, portes y distribución.
Lo
cual que un día, habrá que entrar a saco en esa cueva de Alí Babá y los
infinitos ladrones y poner fin a semejante expolio. Porque parece que las “comisiones”
que quizá existen para vigilar y corregir/impedir esos excesos no funcionan una
mierda.
¿Estamos?
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