Al rígido holandés que nos predica
y nos regaña en nuestro desaliño,
a ese estafermo injertado en "pestiño",
¿qué puritana desazón le pica,
qué desvarío o simplona pamplina,
para que nos acuse en su tribuna
de que en hembras gastamos y en cantinas
fanfarronas y pródigas fortunas?
¿Qué inquisidor y espeso antepasado
le dejó ese legado
tan chulo y tan sobrado y tan redicho
y tan afantasmado y tan mal bicho?
Para tirarnos la primera piedra,
este holandés errante
¿está libre de culpa o está "herrado"?
¿No será, como todos, un tunante?
¿Otro golfo político que medra
trepando ágil como verde yedra
y en envidia más verde rebozado?
Pues atiende, holandés,
que seguro que tú también lo ves:
Ni los de aquí ni tampoco los tuyos
son gestores decentes y cabales.
Y claro que te incluyo
en este interminable mar de males;
que, con tanto hi de puta,
no hay manera de enderezar la ruta.
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