Ese desconocido camino tuyo.
Tus ojos. Tu acento. Tu cabello de dama favorita en la
corte de Leonor de Aquitania.
Si no los hubiese tenido delante, jamás me los creería.
Te vi tres veces, debió ser por Alicante o Valencia. Qué
cosa, cuando pasa tantísimo tiempo que detalles del recuerdo terminan
difuminados, confusos. Y sin embargo…
Tres veces. Las dos primeras, casi no hablamos; sólo unas
miradas que yo pensé hasta hoy que eran discretas y puede que no pasaran
inadvertidas para nuestros anfitriones, para la pareja que te conocía y nos
presentó, para los demás que hubiera en aquellas ocasiones. Estrechando tu
mano, ya quería transmitirte esa repentina pleamar de sentimientos con la que
te habría llevado conmigo, en ese mismo instante, para una eternidad.
Sólo unas miradas que me hacían captar las tuyas
brevemente, y ese clásico pellizco en el estómago, las desacompasadas corcheas,
algunas con puntillo, en el corazón. Esa suerte de susto delicioso.
Y la vez tercera, intercambiando educados comentarios de
conversación generalizada, cuando al fin nos despedimos, no te saludé más que
con una frase tanto más convencional cuanto que estaba alejada de todo lo que
habría querido decirte.
Así me retiré, dejando no sé qué de mi vida en ese
desconocido camino tuyo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario