A propósito de mi mención del mejillón tigre, recibo una
carta (cuya cuidada y meritoria redacción agradezco) firmada por el estudioso
ictiólogo y gran aficionado al marisco Don Transmigranio Giralt Escudero, quien
pasa los años de su fecunda madurez intelectual en la casa que tiene ante el
mar de Cartagena de Indias.
Este amable comunicante y remoto vecino del lado de
enfrente del Océano, me declara su perplejidad y su curiosidad por la
existencia del mejillón tigre que a él se le antoja improbable o fabulosa.
Con gusto le informo aquí de lo que conozco al respecto:
Está el mejillón tigre emparentado de manera imprecisa y
algo homosexual con el molusco común de igual nombre y, según consta en más de
un tratado de mitología clásica, es aludido entre líneas por Herodoto y otros
insignes autores.
Su apelativo feroz y rayado querría simbolizar el sabor
particularmente intenso y el color veteado de su pseudoconcha que ofrece
cambiantes tonos, dependiendo de la luz que matice unas a modo de estrías,
visibles si se presta la debida y esmerada atención.
A mi vez, he dirigido de modo particular una nota a Don
Transmigranio, asombrado por la doble señal de sus apellidos que acaso lo hacen
familiar de dos personas vinculadas con la música, raya de Francia y el
transcurso del tiempo por medio.
Sepultada durante siglos por los polvorientos legajos que
se acumulan en sus estanterías y anaqueles, en la Biblioteca Secreta de un
monasterio que no nombro, se conserva una gigantesca fórmula algebraica (otros
opinan que cabalística) que hace, de las casualidades y de las coincidencias,
una suerte de galaxia que, en sus elegantes y periódicos giros, dibuja o
delibera su danza, extensa y parsimoniosa.
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