Tuyo fue el prodigio: bailaba con pasión y con alegría
entre tus dedos, tu corazón y tu cerebro.
Nuestro, el privilegio: el de ver surgir (en este tiempo
tan sembrado de mediocridades) el milagro y la luz de tu consumado arte.
Ahora que va pasando la primera avalancha, no es sólo en
Algeciras, maestro, donde el aire se resiente porque echa de menos tu sonido;
en muchos otros lugares nos durará siglos la sensación de derrota, el luto por
tu pérdida y tu marcha.
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