Exponente
indiscutible del talento y la sensibilidad musicales con que parecen estar
dotados los cubanos, el gran Pablo Milanés que tantas veces nos encantó es otro
trovador eminente que causa baja.
Una
generación (con los relativos límites elásticos) está desapareciendo. Ley de
vida, le dicen; igual sería más preciso llamarlo ley de muerte. Pero vivimos
huyendo de tantas cosas que hasta las palabras dan miedo: y ésa, con mayores
motivos.
Que
sabemos -y no hay otra que seguir andando como si nada- la sola salida que a
todos nos aguarda y el cachondeíto añadido del sorteo caprichoso y la ruletita
de la (mala) suerte.
Y
mientras, seguimos como tontos asombrados con cada noticia de ésas que hacen
que nos sintamos cubitos de hielo que bailan, deshaciéndose entre traspiés y
tintineos, en los vasos tallados de cristal de Bohemia del último vals.
Mira que no pedía que le bajaras una estrella azul. Pues nos la han tirado al suelo. A todos.
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