El rito del “Martini” vespertino,
es el lance metódico y taurino,
el galardón apenas, franciscano,
para que tu notable abnegación
mantenga el rumbo con derecha mano.
De tus vicisitudes y virtudes
se podrá debatir; mas el balance
ordenado y airoso te acredita,
valiente defensor de tu garita
en la piedra ostionera de ese trance.
Manirroto de versos y de arena,
por hoy voy terminando la faena:
la estocada final de este morlaco
es que, entre laudatorios arrumacos,
con guirnaldas de pámpanos de Baco
desde esta pleamar yo te corono,
escorpión circunspecto, PíoNono.
Cuánto honor, Maestro!. Y no sabe Vuesa Merced cuánto consuelo...
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