Aunque
los tiempos se han vuelto más confusos en relativamente pocos años (va tan
rápido todo), no eras entonces muy diferente de otras del gremio, incluso de
las que han perseverado en él.
Un
grupete con formación y propósitos similares y las aspiraciones de relevo
generacional que con naturalidad se comparten, reemplazo (como le dicen en la “mili”)
tras reemplazo. Pero cada río, cada arroyito tienen en ocasiones una corriente
que fluye solapada y sale, o no, para nuestra sorpresa, por más desgastada que
ya venga quedando. Y con no poco de carambola, se vio cómo dabas el salto
inesperado. Menudo cambio, tú.
No
porque “tó el mundo” sea bueno, que
para nada es verdad; pero cupo el inicial beneficio de la duda, bien que
matizado, como debe ser, por su inherente reserva. Y ahora, desplegada ya una
visible trayectoria, te encontramos en exceso tocada de aparente, al menos,
celo por la imagen: quirófano va y obstinado gimnasio viene, fomentando con
ello la inveterada trivialidad -algo boquiabierta, con verdad o fingimiento
admirativo- de los medios de desinformación, ese mundo “caprichoso, superfluo, absurdo y banal” (la Singular Debilidad que
Solera dixit) en el que de modo consensuado, casi unánime, terminarás siendo
apenas más que un referente de modistos de moda, que con dificultad será tomado
en serio, a otros efectos, serios, de representación y cometidos
institucionales.
Si
éstos se descuidan, con un imprudente barniz de frivolidades, se está dando
munición a ese enemigo que tan ansioso está de derribaros. Nada tan frágil como
una burbuja, como lo postizo de un ascenso, como un vanidoso y decepcionante estar en
babia.
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