Un transgresor de circo y un pasota
que camufló la falta de talento
con restringido disfraz de esperpento;
y, alardeando de desenvoltura,
fue uno más de los tantos caraduras.
A fuerza de montarse numeritos
para “epatar” a los sevillanitos
sentó fama de excéntrico en sus días,
que regaba a porfía
con brandy de cualquier destilería
(aunque en la precisión que no tenía
“coñac” seguramente lo llamaba
cuando con decisión lo incorporaba
a confusas neblinas digresivas,
errático discurso altisonante,
puesta en escena como de atorrante
que “canta” unas corcheas evasivas).
Patio de Monipodio,
retablo de dispares maravillas,
por Sevilla zigzagueó su estela.
Hizo más bien lo que le dio la gana:
contó cuentos de artista/bagatela
que le tomaba el pelo al respetable.
Deja memoria; y calle por Triana
y admiración y asombros impensables.
¿De la bohemia, un pontífice sumo,
o un vendedor patético de humo?
Colofón en quiebro métrico:
En ese Partenón de las “vacas sagradas”
anda su trapisonda, de madrugada.
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